En el segundo año de proyecto Real Pilar tomó la poco común decisión de reemplazar a los 30 jugadores y al cuerpo técnico. Llegó Tomás Arrotea Molina, con antecedentes trabajando junto a Cisneros, y lo fue armando de cero. Quizás hasta con misterio porque casi que llegando la primera fecha no se difundía mucho qué nombres iban a salir a la cancha. Y se fue viendo un equipo con un poco más de juego que la media de la categoría, pero que se tuvo que amoldar a las circunstancias de la misma, y recién en la segunda mitad de la primera rueda se hizo de los puntos necesarios para meterse en la pelea grande. Ya para la segunda parte, una insólita serie de 4 partidos donde le empataron sobre la hora lo sacó de la lucha por el primer puesto, pero llegó bien enfocado al Reducido donde los resultados están a la vista, fue invicto y logró ascender. Quizás, con algo de ruido desde la parte legal por aquel gris del reglamento sobre los contratos profesionales, pero que no empaña lo hecho dentro de la cancha.